LA BIPOLARIDAD CIENTÍFICA E IDEOLÓGICA

¿Cuál es la labor de un historiador? ¿Tiene un gran peso la fe en todo el trabajo arqueológico? ¿Hay factores externos que tiene influencia en los datos? ¿Es posible separar la religión de la ciencia? Pues en ciertos momentos de la vida, cuando se tiene el gran privilegio de arrojar luz a un acontecimiento histórico, algunos se hacen a un lado, se hacen los suecos o simplemente eligen mal el bando. En este caso quisiera hablar de Manuel de Góngora y Martínez, uno de esos hombres que han pasado a la historia ocultándose su verdad, pero bueno, es lo normal en este mundo donde la ideología puede acabar con todo.


Analizando lo que es la Prehistoria y la labor del prehistoriador, pienso que el prehistoriador se dedica a rebuscar en el suelo cuantos indicios le permitan averiguar, en una labor que más bien parece de detectives pues sólo le falta la gabardina y la lupa, que ocurrió en los lugares que excava y en los que encuentra vestigios de un remoto pasado. Esta es la labor de un prehistoriador, buscar las huellas del pasado en el suelo y saber interpretarlas luego.

Esta labor es llevada a cabo, entre otros muchos, por un individuo que es considerado el primer prehistoriador andaluz: Manuel de Góngora y Martínez. Este hombre trabajo en una ciencia muy joven aun; la Prehistoria. Nació en Tabernas, provincia de Almería, un 13 de enero de 1822, y falleció en Madrid, un 10 de abril de 1884. Forma parte del grupo de pioneros que instalaron la idea de Prehistoria de manera científica en España, dejando de lado el providencialismo que imperaba. Había destacado como uno de los pioneros de la Prehistoria en España con sus Antigüedades prehistóricas de Andalucía (1868), pero es un caso extraño el de este personaje, ya que siendo un defensor de la Prehistoria más ligada a la ciencia, en muchos trabajos posteriores como en varios libros de Historia general, acepta la explicación providencialista. Los orígenes del hombre según la tradición bíblica eran aceptados por el reconocido primer prehistoriador andaluz. Según sus propias palabras, el hombre fue creado en estado perfecto y pasó luego a un estado de degeneración cultural.
Con ello, defiende la postura bíblica frente al transformismo.

Es un caso que resulta algo irrisorio, casi de hipocresía. La impresión que transmite es que no estaba muy convencido del cambio al transformismo, no tenía ninguna red de seguridad por si resultaba todo un fracaso. Citando sus propias palabras: “Cuando ciertos escritores, atesorando nuevos y más elocuentes hechos, se convenzan de que los estudios pre-históricos, no pueden conducir a mas resultado que a verificar un determinado estado de civilización en una gente o en una familia, pero nunca a tal coincidencia cronológica que demuestre que los hombres, en una señalada fecha, se hallaban en la edad de piedra, de cobre o de hierro” (Góngora 1882: 52, 54-55). Esto sólo demuestra el gran arraigo religioso que impregnaba al país en esos momentos. Góngora es un hombre que es una balanza ideológica, a veces es defensor del transformismo y en otras ocasiones la tira por tierra. En la revista La Ilustración de Madrid, defiende a la Prehistoria. Esta tendencia es conocida ya en los años 70, es un intento de poder acercar la razón y la fe, la ciencia y la religión.
Esa fue su postura siempre, creyendo en una estrecha vinculación entra ambas partes claramente antagónicas. A pesar de ello, fue el descubridor de la Cueva de los Letreros de Vélez Blanco, en el año 1868, una cueva donde destacaban las pinturas rupestres. Fue también catedrático de Historia Universal en la facultad de Filosofía y Letras de Granada. Y en 1866 fue elegido miembro asociado de los Institutos Arqueológicos de Roma, Berlín y París.


En definitiva, esta es la historia de Manuel, el primer prehistoriador andaluz. Es una institución en el mundo de la Historia, pero hasta los más grandes tienen los pies de barro. 


Por JESÚS CAMPOS MÁRQUEZ
Estudiante de Historia en la Universidad de Sevilla

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