CHING SHIH: PRIMERA DAMA DE LA FLOTA ROJA

Quizás este nombre, Ching Shih, no os suene de nada, puede que ni siquiera se tenga una ligera idea sobre tal personaje, es lógico después de todo, ya que sólo tenemos conocimiento de algunos piratas operantes en el Caribe o en la América Española. Pero ahora hablaremos de Ching Shih, la mujer pirata más temida del Mar del Sur de China.


No es para nada inverosímil hablar de mujeres piratas, pues ya conocemos ejemplos como Anne Bonney, quien fue una pirata de mucho éxito, pero el caso de Ching Shih es distinto a cualquier otro debido al tamaño de su flota y su actos. Esta mujer nació en Guangdong (Cantón), en 1775. De su vida tenemos poca información si miramos más atrás de 1801, que es cuando de verdad se obtiene pesquisa verídica de su vida y actividad. En este primer año del siglo XIX, era conocida por ser una famosa prostituta de un burdel flotante cantonés. Aunque parezca algo increíble, este trabajo fue el punto de partida de su actividad pirata. Uno de los patrocinadores del burdel era un temido pirata llamado Zheng Yi, según cuenta la historia, se casó con Shing Shih, esto fue una oportunidad para Shing de salir del mundo de la prostitución. Tras casarse adoptó el nombre de Zheng Yi Sao (esposa de Zheng Yi).

Juntos lograron reunir a un número de barcos y piratas en una alianza. En 1802 comenzaron a construir su fuerza pirata, una flota de grandes dimensiones y complejidad: La Flota Roja. Esta flota era la unión de Zheng con Wu Shi’er, otro pirata. El éxito de sus actuaciones hizo que el número de navegantes y marineros de la flota creciera considerablemente en poco tiempo. La Flota llegó a estar constituida por 600 naves, sembrando el terror a lo largo de la costa sur del Mar de China. Hubo un número estimado de 70.000 piratas que operaban bajo las banderas de Zheng. El 16 de noviembre 1807, Zheng Yi murió durante un vendaval de grandes magnitudes.

En la cultura china, al morir el hombre, la viuda debe retirarse de los negocios de su marido, pero Zheng Yi Sao no hizo caso de esto y prosiguió con la vida pirata. Tomó el nombre de Ching Shih (viuda de Zheng). Sus planes iban más allá de la simple piratería, tenía en mente un destino más beneficioso para la Flota Roja.
Ching Shih dejó las operaciones navales de la flota a su segundo al mando, Zhang Pao, como el capitán de la Flota. Zhang Pao había sido diputado de Zheng, así como hijo adoptivo. Se convertiría en un amante y marido de Ching Shih.

En esta historia podemos considerar a Shing Shih como una pirata con base en las finanzas y en el negocio, era una mente preclara en relación a las nuevas formas de piratería. Sus normas eran simples; cualquier pirata dentro de su flota tenía que tener su expedición de piratería, y esos piratas debían de pagar unas tarifas acordadas por ella. Y por último, las acciones de estos piratas en la distancia debían de tener una repercusión en forma de beneficios para ella, por ser quien controlaba la flota.

Gracias a este control de su “empresa” pirata, Shing se expandió hacia alta mar. Su flota era inmensa, de muchas naves variopintas, y con ello, los barcos de poca profundidad iban por los ríos extorsionando a los pueblos, exigiendo el pago de tributos a cambio de protección. La Flota Bandera Roja también tenía oficinas financieras en los principales puertos a lo largo de la costa del Mar del Sur de China. Con todo esto Ching Shih controlaba toda la economía de la provincia de Guangdong.
Ching Shih sabía que esta situación traería consecuencias terribles, como la amenaza constante de los demás piratas, en este caso, mantuvo a 70.000 piratas en jaque. Logró esta hazaña siguiendo unas reglas que ella misma redactó; disciplina férrea, cualquier desacato sería castigado duramente, normalmente con la decapitación. También se castigaban actos como tomar dinero de las operaciones de botines de pesca, o violar a mujeres sin el permiso de prostitución del jefe del escuadrón, ser desertores de la flota, y más reglas serán las bases del buen funcionamiento del sistema de Shih. Una de las reglas era muy curiosa; las mujeres cautivas que fueran feas quedaban libres al instante, mientras que las más bellas eran subastadas a los miembros piratas de la tripulación. Cuando uno de estos marineros compraba a una mujer quedaba ligado a ella por matrimonio, cualquier desacato a esto sería castigado con la decapitación.

Es evidente pensar en el poder del gobierno en estos asuntos, ¿Cómo permitía el gobierno estas actividades? Pues lo hacía porque no podía detenerla, Ching Shih ya era muy poderosa como para pararla. Hubo algunos intentos de detenerla mediante buques de guerra de la armada china, como por ejemplo en 1808, cuando en las aguas de Kwangtung se llevó a cabo una batalla que fue ganada por Shih, y con ello consiguió otros 60 buques para su flota, buques del estado.

Finalmente, esta extraordinaria mujer puso fin a su carrera de piratería en 1810, debido a problemas de mantenimiento de la flota, era muy difícil mantener a más de 80.000 piratas contentos, y aprovechó la amnistía que le dio el gobierno. Sólo 126 de sus hombres fueron ejecutados por sus crímenes y sólo 250 recibieron algún otro tipo de castigo. Todos los demás piratas fueron indultados y se les ofrecieron puestos dentro del ejército chino. Ching Shih también negoció un rango para sí misma, a pesar de tener en contra las leyes chinas. Se le permitió mantener todo el botín que había ganado, Ching Shih se retiró del negocio de la piratería. Con Zhang Pao a su lado, estableció una casa de prostitutas y juegos de azar en Guangzhou, Cantón, donde murió en 1844.



Por JESÚS CAMPOS MÁRQUEZ
Estudiante de Historia en la Universidad de Sevilla


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