BAJANDO A LOS INFIERNOS DEMENTES: EL DESENLACE

Ya noto el final, el aire frío me golpea el rostro mientras me acaricio las marcas onduladas y rojizas de la soga en el cuello. Todo está oscuro, gélido, pero escucho el retumbar de tambores, marcando un ritmo desconocido e incomprensible.


Llevo tanto tiempo aquí que ya no escucho la advertencia de algo mejor, esperando aquí, dispuesto a correr y salir pero… no puedo, no me hallo completo en este infierno que me desgarra la piel con las garras más mortíferas que jamás sentí sobre mí. Todo ha sido un giro constante entre diferentes situaciones, esperando a que el tiempo al fin llegue, ese tiempo que me hará marcas en el rostro, que quebrará mi espíritu y huesos, que me encorvará hasta hacerme caer de rodillas. Y ahí me hallo, roto por dentro, cansado por fuera, desconcertado conmigo mismo porque no me hallo aquí. Este infierno hace honor a su nombre. Este lugar es demencial, un paraje inhóspito para la razón humana, un lugar que solo esboza una sonrisa cuando te ve desgarrado. De locos, pero sucumbir ante esto te hace formar parte de ello, puede que ya la cordura me haya abandonado, quien sabe…

Las sensaciones se confunden en un mar embravecido, donde no importa hacia donde nades, siempre estarás perdido en la inmensidad. Estoy vacío, desordenado, pero aun testigo de mi corazón, el cual no está vacío, este corazón pertrecho que palpita aun, que no se ha dejado vencer por la soga.
No estoy solo, noto los ojos de los que están afuera, mirándome con desahogo y comprensión de libertad. Dan golpes contra algo metálico, no concibo que es, pero es probablemente el ritmo de tambores que percibí antes. Ese sonido me va consumiendo poco a poco, voy desvaneciendo con cada estocada de ese sonido en mi cabeza. Me estremezco de manera instintiva ante los constantes golpes, es lógico estar asustado en esta situación, pero no lo estoy, eso es lo ilógico. Es la prueba final de que estoy demente.

Pero espera, ahí está, la veo de nuevo… la luz y esa figura que dibuja. Aparece cuando la rutina de este sitio más me ahoga y mis motivaciones ya subyacen en lo más profundo de la contemplación, cuando mi arrogancia hacia este sitio es más fuerte, las emociones crecen en estado demente, todo fluye más deprisa. La veo y todo eso se apacigua, me transmite seguridad y estabilidad, siempre me acompañó en este viaje, tomando caminos distintos pero siempre junto a mí, esta atracción hacia la luz me mueve, mis piernas responden y mi cabeza elucubra ya pensamientos equilibrados. Todo esto sucede a la par del retumbar más constante de tambores, donde el ritmo se acelera mientras camino por la oscuridad, donde mi silueta ante la luz deja de esta de rodillas y se pone erguida para adentrarse en el siguiente nivel.

Estoy dibujando una sonrisa en mi cara, la contemplo y siento paz, ya no me encaro a los dementes, son el pasado, solo un borrón más en una realidad distorsionada. Aunque parezca algo vulgar, necesito ser amado, como todos, es así. Esta realidad demencial la abandono aprendiendo eso, que todos necesitamos ser apreciados, incluso los más locos, porque la estabilidad no se compra, se desarrolla con el tiempo, y si posees la luz contigo, mucho mejor.

Ante la luz me hallo, estoy nervioso, el sudor frío me recorre todo el cuerpo, es la situaciones que siempre busque desde que estoy aquí. Ya he recuperado la sensación de esperanza, por eso estaba aquí, ese era mi castigo, adentrarme en un mundo sin la luz. Desde siempre hemos caminado por el mundo con paso firme, con una red de seguridad, la esperanza. Yo he advertido que pasaría si esa red se deshiciera en mil pedazos… el caos. El miedo es lo que consume este sitio, los locos están aterrados, todos hacen ruidos, gritan, palpitan de terror ante el mundo que les toca vivir donde muchos sobresalen por encima de ellos, yo soy uno de los que sobresalen. Ahora lo comprendo, he pasado la prueba. Soy libre al fin.


La figura iluminada me extiende la mano, trago saliva, adelante un paso mientras le agarro la mano y cruzo con una mueca de satisfacción en mi cara. Adiós infierno, vuelvo al lugar donde la cordura abunda, no mucho más que aquí, por eso es otro infierno. Ahora tengo mi luz.


Por JESÚS CAMPOS MÁRQUEZ
Estudiante de Historia en la Universidad de Sevilla


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